Paseos por el diccionario (I)


          Los avestruces de Sudamérica no son tales; son ñandús.

           
          Se me ocurrió salir a pasear, por ver ñandús. ¡Y vaya si los vi! Pero, ¡qué decepción!. Tuve que caminar más de medio diccionario y, al final, encuentro la palabra y ¿qué creen que tenía dentro?                 ¡Arañas!

         
           Pero no parecía esta una palabra olvidada. No es de esas que pasan años y años en las mazmorras del léxico, sin esperar más que ser molestadas de vez en cuando por algún lingüista lánguido que, después de decirla con desgana la vuelva a dejar en su lugar, viendo que no sabrá qué hacer con ella.

          La cuestión fue que me acerqué con cuidado, con un palito en la mano. Un paliiiiito. Es preciso decirlo muy diminutivamente porque, en Paraguay, al menos en las zonas rurales, un palo puede ser el tronco desramado de un árbol de diez metros de largo y casi uno de diámetro. Parece que, al cruzar el mar, algunas palabras se mojaron y acabaron como los gremlims.

          Lo que pude ver fue esto:

ñandu. s. (sustantivo) 1. (primera acepción) Araña.

          Más adentro, en la segunda acepción, estaba  el avestruz sudamericano, pero más que una de las aves más grande del mundo, parecía un pavo escuchando una pandereta. Alrededor de él estaba, para empezar, una enorme ñandu kavaju, que llamó mi atención, no por lo grande y peluda, que también, sino porque una de las pocas cosas que sé del guaraní es que la "j" se pronuncia más o menos como la "y" del español. Un presentimiento me hizo ir corriendo a la letra "k" y, efectivamente, allí estaba:

kavaju. h. (hispanismo) s. Caballo.

           Vi también en el mismo lugar yeguas (kavaju kuña), potros (kavaju ra'y), arreos (kavaju juru sã - riendas), (kavaju mbyape - ensillar el caballo), algún jinete (kavaju áva), incluso un hipódromo (kavaju ñaniha). Pensé en volver otro día: demasiadas cosas para tan poco tiempo. Lo que había ocurrido es que había encontrado una de las muchas palabras españolas que quedaron incrustadas en el guaraní, quién sabe cuándo, como esos fósiles que a veces pueden verse en las piedras con que se construyó algún monumento antiguo: bonitos adornos que, además, contribuyen a sostener el edificio. Se ve que esta palabra también pasó alguna tormenta en el atlántico y llegó algo cambiada, pero no mucho. Sólo se desplazó el acento a la última sílaba, una ventaja porque las palabras guaraníes son casi todas agudas, y quizás, sólo quizás, se cambió la "o" por la "u" (quién sabe si el primer caballo que apareció por aquí fue un asturcón). Respecto al cambio de "ll" por "y" (o "j" guaraní), qué decir: lo más probable es que se facturara así; no vamos a echar siempre la culpa al transportista.

           En fin, volví otra vez a las páginas donde para la "ñ" y pude ver que ñandu kavaju era una hermosa tarántula... solitaria. Ninguna más, de las muchas especies que puede haber en Paraguay, estaba en esta palabra. Y sé perfectamente que casi todas tienen nombre, es decir, derecho a palabra. Tal vez los autores de mi diccionario no andan mucho por el campo o tal vez sientan, como muchos, un cierto reparo al tratar con estos animalitos, algo así como un repelús. Es muy posible porque, mirando con más atención, puede ver, aparte del ñandú estresado, algo debajo de tanta patita inquieta que parecía estar también muy vivo: eran la tercera y la cuarta acepción.

3. Sentimiento.
4. v. pr. Sentir, percibir, presentir, visitar.

          Me quedé completamente confundido. ¿Qué tendrá que ver "3. Sentimiento." con...? ¡Un momento! "¿4. v. pr.?" ¿Un verbo pronominal? Miro la lista de abreviaturas y... "v. pr. = verbo propio". (¿?). Creo que me acabo de meter en un barrizal gramatical, pero como "barrizal" me suena "mal" junto a "gramatical", diré que me he metido en un apasuru gramatical.

          (Para recordar: en Guaraní, ante la duda, palabra aguda. Si no hay tilde, es aguda. No *apasúru, sino apasuru).

          Otro día seguiré. Me quedo percibiendo un sentimiento extraño, como un presentimiento, como si una arañita (ñandu'i) hubiera venido a visitarme y me estuviera andando por el cuerpo. Vuelvo a poner la palabra en su sitio y regreso de mi paseo acordándome de la simpática viuda negra que vive bajo el alero del porche de la casa en la que estuve un mes, cerca de la aldea de Potrero Guazu. Me reconfortaba levantarme al amanecer y comprobar que aún seguía allí y no en otro lugar. Gracias por su no-visita.